Opinión

¡De vergüenza! ¿Es posible que nadie en el Ayuntamiento se informase previamente de qué era eso de “visita teatralizada”?

No tiene nada que ver la posterior visita al Museo Arqueológico “José María Soler”, con lo visto y escuchado en el propio yacimiento, pues la magnífica impresión que nos causó el conocer el hábitat de los pobladores del Cabezo Redondo contrastó con la nefasta teatralización que se programó en el Museo con motivo de las XIV Jornadas de Puertas Abiertas y así lo que, en un principio, parecía una mañana aprovechada se convirtió en una tortura difícil de explicar.
La organización falló desde el principio ya que, en primer lugar, al llegar al patio del Ayuntamiento te entregaban el número con que podías acceder al museo, número de orden no individual sino por grupos. Un número en ocasiones para 5 personas y como solamente podía acceder un máximo de 6 personas por grupo y la actividad duraba 16 minutos, las esperas se hacían insoportables, esperas de más de una hora en ocasiones, lo que hizo desistir de la visita tanto a personas como a grupos, produciéndose una total desbandada con expresiones muy fuertes, en algunos casos, de las que fui testigo presencial durante los 60 minutos que estuve en la cola de espera.

La visita teatralizada
Cuando el grupo de 6 personas en el que me encontraba fue recibido en el claustro del Ayuntamiento por una chica con un gorro de aviador propio de la I Guerra Mundial, algo me indicaba que lo que vería después era tan poco serio como lo que estaba viendo y escuchando en este instante. “Para estar más libres durante la vista, por favor, apaguen los móviles y, quien quiera, puede dejarme los bolsos que yo misma los cuidaré durante la visita”, nos comentó la aviadora. “Lo que van a ver es algo distinto –continuó diciendo– y cuando terminen la visita pueden dejar sus impresiones en la caja que está al final del recorrido”. “¿Son ustedes de Villena?” preguntó, “nosotros cuatro sí, pero esta pareja son extranjeros”, le contestamos. “Pues les digo que el museo se puede ver todos los días pero hoy van a hacer una visita especial”, señaló. ¡Que me aspen si no tuvo razón!

Cuando en la entrada completamente en penumbras –sí en penumbras y no eran luces de leds–, me encontré con alguien que buscaba una llave para abrir un cofre, se me cayó el alma al suelo, miré la cara del niño que nos acompañaba y que a su vez, estupefacto, miraba a su abuelo como preguntándole “¿y el museo que íbamos a ver?”. Una vez encontrada la llave del cofre que contenía tres cajitas con tres mensajes diferentes (“pasado” “presente” y “futuro”) cruzamos un pasillo, hecho con una tela negra, intentando no pisar a la persona de delante y al final de este pasillo, nos encontramos con una chica sentada delante de un montón de tierra explicando “no sé qué” bajo una bombilla liada con papel y que nos regaló una concha. Los extranjeros no salían de su asombro y yo no sabía dónde esconderme… pero aún quedaba más… y peor.

Para terminar, y como colofón final, por otro pasillo llegamos a la urna que contiene el Tesoro de Villena, custodiado por una persona que nos hizo ponernos un trapo en los ojos para trasladarnos “no sé donde, ni porque razón”. Con cierto asco –tengo que reconocerlo– hice como si me lo ponía en la cara observando como, con todo el sigilo del mundo, este hombre cubierto con algo parecido a un antifaz abrió el cofre y con la poca luz que había en el pequeño espacio donde se encuentra el tesoro, pudimos intuir que allí estaba el tesoro ya que los extranjeros –compañeros del astral viaje– se acercaron descaradamente intentando explicar con este gesto que allí no se veía nada.

Con la vergüenza que seguramente reflejaban mis mejillas y completamente aturdido una voz me sacó “del soponcio”. “Devuélvanme las conchas (que nos había dado la chica anterior), y piensen la importancia que pueden tener las pequeñas cosas, ¡acompáñenme!”, dijo el actor. Y así terminamos la visita, viendo a alguien con una guitarra y una armónica, en un rincón, que ponía banda sonora a este tramo final de la visita.

Ya con la luz del día, de vuelta al patio del Ayuntamiento, la aviadora tuvo la osadía de preguntar si nos había gustado la representación, casi exigiéndonos, con sus insinuantes palabras, un sí por respuesta, y como es natural ¡escuchó de todo! …con toda educación. No se cortó un pelo y con una desfachatez total amenazó nuestro ‘mal gusto’ con un… “¡pues muchas personas han salido llorando de la emoción!”. “¿De la emoción o de la vergüenza que han pasado al ver la poca seriedad con que se ha tratado al Museo Arqueológico de Villena, nena?”, le espeté.

Un pequeño lapsus (esta pantomima) que nunca enturbiará el magnífico trabajo que se ha realizado en los últimos 14 años, con los diferentes talleres que han complementado la visita al Cabezo Redondo durante las jornadas de puertas abiertas, vivir y aprender.

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